La Primera Ley de la Termodinámica y la creación divina
La siguiente será una explicación sobre cómo la Primera Ley de la Termodinámica no tiene ningún conflicto con la existencia de Dios, o un Ipsum Esse Subsistens creador. La Primera Ley de la Termodinámica establece que “la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma”. ¿Pero, qué nos revela realmente esta ley y cómo se relaciona con la idea de una creación divina?
La Primera Ley de la Termodinámica y su interpretación
Para profundizar en este asunto, es fundamental situarlo en el contexto epistemológico correspondiente. Cuando los científicos nos explican que “la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma”, están, en esencia, describiendo la dinámica de la materia que ya existe. Esto no implica necesariamente que esta materia sea eterna, sin importar si tuvo un origen temporal absoluto o no. La ley en cuestión no respalda de forma inmediata la idea de la eternidad de la materia.
Es completamente concebible que la materia haya tenido un inicio temporal absoluto y que, a partir de ese punto, haya experimentado transformaciones sin haber sido creada ni destruida. Esta premisa científica de la conservación de la materia se encuentra en consonancia con la noción filosófica de una creación divina.
Hacia la noción de Dios
Podría surgir la pregunta: “Pero, ¿no afirma esta ley que la materia ‘no se crea’? ¿Cómo podría haber sido creada por un Ipsum Esse Subsistens?”. En este punto, es crucial aclarar un malentendido común. La ley no niega la posibilidad metafísica de una creación divina, sino más bien descarta la posibilidad física de una generación espontánea, es decir, que la materia se genere a sí misma.
Para ser más preciso, cuando la ley establece que la materia “no se crea” (por sí misma), no está diciendo que “no ha sido creada”. Esta distinción sutil es de suma importancia. Si consideramos las implicaciones de esta ley en conjunto con las pruebas previas, nos lleva a la idea de que si la materia tuvo un origen, debe haber tenido una causa. Sin embargo, no puede haberse creado a sí misma, ya que, según la Primera Ley de la Termodinámica, “no se crea” por sí misma. Por lo tanto, debe haber sido creada, o causada por una entidad cuyas propiedades trasciendan a las propiedades del efecto (i.e., si el efecto es material, entonces su causa es inmaterial).
Conclusión
Un correcto entendimiento de esta ley nos obliga a preguntarnos sobre su último fundamento ontológico. De aquí, las puertas a la noción de un Actus Purus están abiertas. La Causa, por definición, sería inmaterial y estaría más allá de las restricciones de la ley de conservación de la materia. Por lo tanto, la ley en sí misma no invalida la posibilidad de una creación divina.
En última instancia, el debate sobre la eternidad de la materia y la creación divina es un diálogo fascinante que involucra tanto a la ciencia como a la filosofía. La Primera Ley de la Termodinámica, en lugar de refutar la existencia de un creador divino, nos invita a explorar las profundidades de la física y la metafísica, y cómo ambas pueden coexistir en nuestra comprensión de la realidad.
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